Pocas personas caminan el sendero del mago.
Pocas lo conocen, pero la senda esta marcada y un viaje de mil kilómetros, comienza con un solo paso.
El primer escalón se toma al creer en el camino.
Al darse cuenta de su existencia.
Son pocos los que saben que todos tenemos algo de Magos y son menos los que creen que pueden aprovechar su potencial mágico para afectar su realidad, para dibujar sus vidas.
Quizás la mejor forma de entender la magia es entender como funciona nuestra mente.
Pocas cosas son tan importantes para nuestra mente en nuestro día a día como nuestro leguaje.
El lenguaje define los que somos capaces de definir.
La palabra por definición define. Da nombre, es a la vez definición y significado.
Sin la definición nuestro mundo carece de significado, sin nombres las cosas son parte del mundo y no podemos apropiarnos de ellas, sencillamente son, sin sentido, sin significado.
Los esquimales, por ejemplo, pueden ver 14 diferentes tipos de nieve. No por que existan 14 diferentes tipos de nieve, sino por que tienen nombres para cada uno de ellos.
Si no podemos entender algo, nuestro cerebro lo vuelve parte del mundo y las cosas sin nombre se confunden en el paisaje, sin traer significados a nuestra mente.
Situémonos un poco después de 1492, en el horizonte de las playas de lo que conocemos ahora como América, un indígena que miraba el mar, diviso algo extraño en el agua.
Ondas, olas que chocan entre si.
Corre hacia la ciudad y entra en el templo del sol donde habla con un sacerdote, el chaman de su aldea. El lo acompaña hasta el lugar donde vio las olas y también las ve.
Sin tener una explicación para el fenómeno, se sienta a contemplar el agua por varias horas y vuelve durante varios días.
En su mente comienza a imaginar una situación donde el agua se comporte de esa forma y finalmente cuando logra imaginarla el chaman ve las embarcaciones de Hernan Cortez.
No las llama barcos, pero ahora tiene una idea para ellas, también puede definirlas en su cabeza y finalmente les da un nombre.
Al darles un nombre, toman forma y las puede diferenciar del mundo, ahora le pertenecen. Las puede ver.
Las personas que habían venido a ver las olas extrañas escuchan el nombre y sus mentes se expanden para dar paso a una nueva definición, dan paso a un nuevo conocimiento.
Ahora también los ven.
Hay cosas que no podemos ver, sencillamente por que no conocemos su nombre o por que aun no tienen nombre, pero hay otras que no podemos entender por que están definidas de una forma que no nos lo permite.
La magia es un ejemplo de este caso.
Al oír hablar de magia muchas personas piensan en un escenario, en varitas, en sombreros de copa, cartas, palomas y conejos.
Al oír que una persona es un mago, pedirán un truco.
Hasta no ver no creer, y si lo ven y no lo entienden entonces puede ser magia.
El ilusionismo ha pedido prestado el titulo de mago y el término de magia por tanto tiempo, que casi se han vuelto sinónimos.
Hoy en día al hablar de magia cuando no se quiere hacer referencia al ilusionismo, es necesario definir el tipo de magia.
Decir: magia real, no simplemente magia.
Pero el ilusionismo nos servirá para explicar que hay dos tipos de personas.
Las que ven el truco y las que hacen el truco.
Los espectadores y los realizadores.
Con la magia real, pasa lo mismo.
Para el espectador la magia real, pueden ser las cosas que no entiende y lo sorprenden, pero para el mago, la magia es lo que hace.
El espectador busca la magia en el mundo y se sorprende cuando no la entiende, incluso deja de creer en ella mientras sostiene una escuadra para medirla y poder archivarla.
El mago busca la magia en si mismo, y si no la encuentra la crea.
La magia tiene dos caras.
Una que deshabilita al espectador, y una que habilita al mago.
El sendero del mago comienza cuando decidimos mirar la cara de la magia que nos habilita para ser magos.
Comienza con una decisión.
En el momento en el que la magia deja de ser externa, ajena y extraña y se convierte en algo que creemos poder hacer, nos convertimos un poco en magos.
Aun no estamos listos para domar dragones, o para ver unicornios, pero somos más magos que antes.
Funciona de la misma forma que ponerse un uniforme de karate nos acerca un poco a ser un artista marcial.
Solo nos falta dedicación, tiempo, energía e información.
Nosotros en magia urbana trataremos de encargarnos de la información.
El resto depende del mago y de poder adoptar la óptica del mago.
Habitamos en una realidad que estamos descubriendo.
El mar y sus profundidades nos eluden.
El espacio se expande más allá de nuestra vista.
Nuestro cerebro es territorio inexplorado.
Nuestra mente puede contener mil mundos internos, quizás en uno de ellos, haya espacio para un mar de magia